Me sugirió una idea: ten pensamientos bellos. Comprométete a que cada uno de tus pensamientos sea bello. Lo has oído cientos de veces en cientos de maneras diferentes: eres lo que piensas. Y tus pensamientos se convierten en profecías que se cumplen.
Espera que te sucedan cosas extraordinarias y así será. Los motivadores lo dicen. Los maestros lo dicen. Los sabios lo dicen. ¿Te has preguntado alguna vez por qué? Creo que por fin he comprendido el fundamento de esa idea.
No se trata de un principio esotérico. Es pura lógica. Ahí voy: tus acciones diarias crean los resultados de tu vida, y puesto que cada acción va precedida de un pensamiento (pensar es, sin duda, anterior a la acción), aquello en lo que te concentras determina tu realidad. El primer ministro británico Benjamin Disraeli lo expresó muy bien cuando escribió: «Nunca llegarás más alto que tu pensamiento».
Como ser humano, tus acciones nunca serán más grandes que tus pensamientos. Piensa a lo grande y tu comportamiento apuntará alto. Piensa con mediocridad y tus actos serán mediocres. Este concepto es aplicable a todos los ámbitos de nuestra vida.
Piensa que la gente es buena y vivirás tus días con el corazón abierto. Y esa actitud es la que crea tu realidad, porque la gente hace cosas buenas por la gente buena. Piensa que mereces lo mejor y tus acciones reflejarán esa confianza. Mejores acciones darán entonces mejores resultados.
Aspira a ser excelente en tu carrera o dentro de tu comunidad y ese pensamiento brillante moldeará tu forma de trabajar y de vivir. Y esa actitud excepcional generará resultados excepcionales. Espero haber dejado este punto bien claro, porque creo que es importantísimo y fácil de descuidar.
Tus pensamientos perfilan tu realidad. Tu manera de pensar moldea tu mundo. Aquello en lo que pones tu atención se expandirá. Y aquello en lo que te concentras determinará tu destino.